¿Qué es una cosmovisión sacramental?
Durante mis estudios postsecundarios, una vez tomé una clase titulada “El camino de la belleza”. El objetivo del curso era aprender a ver la belleza natural del mundo como una forma de conectarnos con Dios. El instructor nos repetía una y otra vez que nos dejáramos "atravesar por la belleza".
Es posible que usted haya tenido este tipo de experiencia antes. A veces, una puesta de sol vibrante, un paseo tranquilo por el bosque o incluso una buena comida pueden conmovernos profundamente y llevarnos a ver la belleza de Dios. Antes de tomar esta clase, pensaba que esos momentos eran espontáneos y que no había forma de cultivar un estilo de vida de conexión con Dios a través de la belleza.
Sin embargo, una de nuestras tareas era mantener lo que se llamaba un “diario de belleza”, donde teníamos que registrar, diariamente, cosas que atraían nuestra atención hacia Dios. Al principio me costó mucho afrontar esto.
No me resultó natural detenerme y mirar un rosal y ver la gracia de Dios a través de él.
Pero con el tiempo me di cuenta de que era mi propia disposición interior la que causaba esto. Necesitaba tener nuevos ojos para poder ver realmente las formas visibles en que Dios estaba tratando de llamar mi atención.
La Iglesia nos da una base sólida para comprender la gracia de Dios. El Catecismo de la Iglesia Católica define el sacramento como un signo físico de una gracia invisible (1131). Podemos recibir los sacramentos, y por tanto la gracia de Dios, en la comunión y la confesión una y otra vez a lo largo de nuestra vida. Pero ir más allá de esto y tener una cosmovisión sacramental no es algo que pueda activarse con un simple paso. ¿Qué podemos hacer para aprender a ver y apreciar la gracia de Dios en nuestra vida diaria?
Se necesita tiempo, ya que requiere que veamos el mundo a través de una lente de asombro, confiando en que Dios siempre está tratando de hablarnos y mostrarnos Su amor a través de nuestras circunstancias y nuestro entorno. Podemos cultivar esta cosmovisión partiendo del fundamento de que Dios, como creador amoroso, creó el mundo y todo lo que hay en él para bendecirnos y acercarnos a él.
Vivimos vidas tan aceleradas en estos tiempos que rara vez nos tomamos el tiempo para detenernos y reflexionar sobre las pequeñas bellezas que nos rodean. Tener una cosmovisión sacramental requiere que disminuyamos la velocidad y nos tomemos tiempo para realmente sentir curiosidad acerca de cómo Dios está tratando de mostrarnos su gracia. Es una disciplina que requiere trabajo: notar lo bueno que nos rodea, ya sea en la naturaleza, en nuestra familia y amigos, en el arte y la música… la lista podría continuar. Para mí, esto significó esforzarme en llevar un diario de belleza y meditar intencionalmente sobre las cosas que llamaban mi atención y me señalaban hacia Dios. Con el tiempo, descubrí que conectaba de forma más natural los momentos bellos y buenos con la gracia de Dios obrando en mi vida.
Esta apertura puede comenzar con una sencilla oración de los Salmos: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas” (Salmo 119:18).
A partir de ahí, necesitamos cultivar activamente la conciencia del momento presente, ya que sólo en el presente podemos escuchar la voz de Dios. Hay tantas cosas que nos distraen, por lo que este proceso de cultivar una cosmovisión sacramental puede comenzar con nosotros identificando cuáles son esas cosas para nosotros. Podría deberse a nuestro uso excesivo de la tecnología o a la repetición constante de listas mentales de tareas pendientes en nuestra cabeza. Una vez que sabemos cuáles son esas cosas, podemos dedicarnos intencionalmente a cultivar espacios libres de distracciones en nuestras vidas. Tal vez eso signifique salir a caminar sin auriculares y detenerse a contemplar el mundo natural que nos rodea. Tal vez eso signifique cocinar una comida desde cero y comerla lentamente. O si te gusta llevar un diario, tal vez un diario de belleza o de gratitud sea el camino a seguir.
Puede ser lento, pero todas estas disciplinas nos ayudarán a estar presentes y, desde allí, tener los ojos para ver los signos de la gracia de Dios que nos rodean.
Tener una cosmovisión sacramental no sólo me ha llevado a una mayor conciencia de la amistad constante y fiel de Dios, sino que también me ha ayudado a vivir una vida basada en el aquí y ahora. En lugar de intentar también esperar con ansias la próxima cosa divertida o emocionante, tengo confianza en que la gracia me encontrará exactamente donde estoy. En mi vida diaria, poder ver las tareas sencillas como cocinar o leerle libros a mi hijo como regalos de Dios me da gran propósito y significado.